Es curioso comprobar cómo, de ser un tema tabú, la prostitución ha pasado a convertirse en un tema habitual en los medios, especialmente por el debate en torno a su legalización o abolición. En muchos países de Europa, como Alemania u Holanda, la prostitución está totalmente legalizada, y no hay penas ni para la chica ni para el hombre que la contrata. Esto, asumen muchos, es una vía para evitar la trata de blancas, el blanqueo de dinero y otras posibles consecuencias de mantener este trabajo fuera de la legalidad. Para otros muchos, la prostitución debería desaparecer por completo, puesto que denigra a las mujeres, que son mayoría en este sector, y las coloca en una posición de absoluto sometimiento a los hombres a cambio de un poco de dinero.
El conocido como “trabajo más antiguo del mundo” sigue siendo hoy en día objetivo de debate y polémica, centrado a veces en la necesidad o el deseo de las mujeres en prostituirse, y otras tantas, en lo que lleva a los hombres a contratar los servicios de una prostituta. Ciertos colectivos han puesto énfasis, de hecho, en culpar a los propios clientes en lugar de a las prostitutas, de las situaciones menos favorecedoras de este negocio. En muchos países, de hecho, se señala directamente a los clientes y se les multa por contratar estos servicios, mientras que la situación con las propias acompañantes es más laxa. Pero, ¿qué lleva realmente a un hombre a buscar la compañía de una profesional del sexo? ¿Es solo desahogo sexual? ¿Está buscando nuevas experiencias? A lo largo de la Historia, las prostitutas han sido muy relevantes en ciertos momentos y lugares concretos, en sociedades como la del Imperio Romana, donde tenían un papel indispensable para canalizar el deseo sexual masculino. ¿Sigue siendo así, o hemos pasado a una nueva era donde la prostitución se sigue viendo como algo sucio?
Todos queremos tener dinero, coches caros, grandes casas, parejas guapas y que nos amen, tal vez un apartamento o una casa cerca de la playa, unas vacaciones a todo tren viajando por el mundo entero… Todos buscamos esas cosas, que al final son las que nos darán la felicidad. Pero, ¿y si la felicidad tuviera que llegar antes que todo eso? ¿Y si lo material no nos hiciera felices, sino que solo nos obligara a serlo de cara a la galería, porque cómo no íbamos a disfrutar con tantas cosas que tenemos? ¿Y si el hecho de encontrar pareja solo sirve para tapar nuestras frustraciones y compartir nuestros temores e inseguridades con ella, en lugar de compartir la felicidad que ya traemos por nosotros mismos a la relación? Desde luego, es un tema que da para mucho.
Ser feliz es el objetivo de muchísima gente hoy en día, lo cuál significa, por propia deducción, que hay una gran parte de la población que se siente infeliz. De hecho, los libros de autoayuda se venden más que nunca, y eso es algo que en realidad debería ser un toque de atención e incluso preocuparnos. ¿De verdad se pueden conseguir la felicidad a través de un libro que nos diga cómo comportarnos? Bueno, el libro solo es el impulso, la herramienta para conseguir salir de esa zona negativa en la que somos infelices. Como diría Wayne Dyer, lo principal es escapar de nuestras zonas erróneas. Así es como se llamó su primer libro, publicado hace 35 años y que sigue siendo hoy en día toda una referencia para muchos dentro de la autoayuda.
Para sus detractores, los libros de autoayuda o de superación personal son una especie de placebo, esos medicamentos sin principio activo que solo producen en los que los toman un efecto psicológico de creer que han mejorado porque su necesidad de hacerlo es más fuerte que los efectos engañosos de un tratamiento que no mejora la salud.
Sin embargo, la literatura de autoayuda vende cada año miles de ejemplares. Escritores como Paulo Coehlo en Brasil y Osho en la India son claros exponentes de este género de éxito.
Detrás de esta industria tan millonaria, está la gente que se ilusiona con poder superar de forma rápida sus angustias vitales, aunque tras ellas estén latentes traumas y causas complejas que precisaría muchas horas de diván frente a un psiquiatra.
A medida que se disparan en el mundo los índices de personas deprimidas, mayores son las tiradas de ejemplares de este tipo de libros.
Pero es indiscutible que los autores de autoayuda saben conectar con el público. “Puedes programar tu mente para aumentar tu autoestima y ser feliz. Es un entrenamiento de solo cinco minutos diarios y por Internet. Con ejercicios simples, la mente aprende a defender la felicidad y no el sufrimiento”.
Con reclamos como este de superar las dificultades y alcanzar la paz en de forma rápida es comprensible que cientos de miles de personas se vean cada año seducidas por este tipo de filosofía de enfermo, cúrate a ti mismo.
Los detractores de la autoayuda creen que la máxima conquista que puede lograr es que quizás nos sirva para algo y que, en definitiva, es una industria que vive de vender esperanza. Para ello lo ilustran con el ejemplo de la autora china Chou Yoon-Hee, que tras publicar una veintena de títulos de superación personal acabó con su vida suicidándose en una habitación de hotel. Para los defensores de esta forma de terapia en forma escrita, las ventajas son evidentes.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha definido la salud como “un estado de bienestar físico, mental, y social completo, y no solo por la ausencia de enfermedad e incapacidad, sino un estado positivo que concierne al individuo en sí mismo en el contexto de su vida”. Si consultamos la Wikipedia, “la Psicología positiva es el estudio de las bases del bienestar psicológico y de la felicidad, así como las fortalezas y virtudes humanas”.
Si tradicionalmente la teoría psicológica se centraba en tratar todas aquellas patologías que provocan conductas negativas y en los trastornos mentales de las personas, la Psicología positiva sugiere formas y estrategias que buscan fortalecer todos aquellos rasgos positivos de la personalidad humana como sus virtudes, motivaciones y capacidades. Es decir, enfoca sus esfuerzos más en la prevención que en el tratamiento.
En las últimas décadas han surgido autores que, desde sus obras, tratan de profundizar en la naturaleza de la felicidad y en bucear las características gratificantes y motivadoras de la mente humana. Este tipo de obras están redactadas de forma accesible para el gran público y tratan de enseñarnos lo esencial para que evitemos dramas innecesarios y afrontemos la vida de forma constructiva.
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