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Es curioso comprobar cómo, de ser un tema tabú, la prostitución ha pasado a convertirse en un tema habitual en los medios, especialmente por el debate en torno a su legalización o abolición. En muchos países de Europa, como Alemania u Holanda, la prostitución está totalmente legalizada, y no hay penas ni para la chica ni para el hombre que la contrata. Esto, asumen muchos, es una vía para evitar la trata de blancas, el blanqueo de dinero y otras posibles consecuencias de mantener este trabajo fuera de la legalidad. Para otros muchos, la prostitución debería desaparecer por completo, puesto que denigra a las mujeres, que son mayoría en este sector, y las coloca en una posición de absoluto sometimiento a los hombres a cambio de un poco de dinero.
El conocido como “trabajo más antiguo del mundo” sigue siendo hoy en día objetivo de debate y polémica, centrado a veces en la necesidad o el deseo de las mujeres en prostituirse, y otras tantas, en lo que lleva a los hombres a contratar los servicios de una prostituta. Ciertos colectivos han puesto énfasis, de hecho, en culpar a los propios clientes en lugar de a las prostitutas, de las situaciones menos favorecedoras de este negocio. En muchos países, de hecho, se señala directamente a los clientes y se les multa por contratar estos servicios, mientras que la situación con las propias acompañantes es más laxa. Pero, ¿qué lleva realmente a un hombre a buscar la compañía de una profesional del sexo? ¿Es solo desahogo sexual? ¿Está buscando nuevas experiencias? A lo largo de la Historia, las prostitutas han sido muy relevantes en ciertos momentos y lugares concretos, en sociedades como la del Imperio Romana, donde tenían un papel indispensable para canalizar el deseo sexual masculino. ¿Sigue siendo así, o hemos pasado a una nueva era donde la prostitución se sigue viendo como algo sucio?
Para llegar a conclusiones fehacientes, la doctora Monique Huysamen llevó a cabo un estudio a través de la Universidad de Cape Town, en Sudáfrica. Este estudio se publicó en 2019 en la revista Diario de Investigación Sexual, con los resultados y conclusiones a los que la doctora había llegado. Hay que tener en cuenta que la investigadora es experta en psicología, por lo que hay un enfoque bastante claro hacia ese campo tanto en el estudio como en las propias conclusiones. Se llevaron a cabo entrevistas con 43 hombres, de diferentes razas, edades y estatus sociales, todos ellos de entre 22 y 67 años, que habían pagado por tener sexo. Se buscaban ciertas similitudes en sus historias y un marco relativamente similar para entender porqué habían optado por esos servicios.
Uno de los motivos más habituales que los entrevistados argumentaban para haber elegido el sexo de pago era el rechazo que solían sufrir por parte de las mujeres. Cuando, por diversos motivos, un hombre no encuentra pareja con la que satisfacer sus deseos sexuales, acaba acudiendo a profesionales para acabar con esa necesidad. Pero también para dejar atrás la frustración y no enfrentarse al problema de poder ser rechazado por una mujer. La prostituta acepta siempre el trato, mientras haya dinero de por medio. Así resulta mucho más sencillo saciar nuestros deseos sexuales, y de la misma forma, recuperar parte de nuestra hombría, que había sido puesta en duda por el continuo rechazo femenino. Es una motivación que suele repetirse en muchos casos, aunque también hay investigadores que lo ven más como una “excusa”, ya que disfrutar del sexo de pago es más fácil que entablar una relación que nos lleve al dormitorio.
Otro de los motivos que solían aparecer en las respuestas de los hombres entrevistados era precisamente la facilidad con la que las prostitutas se lanzaban a saciarles, fuera lo que fuera lo que les pidieran. Los hombres tienen la sensación de que deben aprovechar al máximo su virilidad para probar todo tipo de deseos sexuales y cumplir todas las fantasías que tienen en mente. Sin embargo, cuando estamos con una pareja esto a veces puede ser complicado, por no estar tan compenetrados en el aspecto sexual o no tener los mismos gustos. Cuando nos entregamos al placer de la mano de una prostituta podemos huir precisamente de esas dificultades, de esos tabúes, de esas barreras que en muchos casos nos encontramos con nuestras parejas, para disfrutar mucho más allá de lo que podríamos gozar con ellas.
Uno de los conceptos que más llama la atención del estudio, y que la propia Dra Huysman quiso destacar, fue el hecho de pagar por sexo para liberarse de la presión de cumplir en la cama. La mayoría de hombres entrevistados aseguraban haber sentido esa presión, que deviene precisamente del hecho de demostrar lo “machos” son a través del sexo y la virilidad muchas veces mal entendida. Esto puede llegar incluso a pasar factura a los hombres, que tienen problemas de eyaculación o para excitarse, por culpa de esa necesidad de cumplir como auténticos amantes expertos. Cuando la relación es pagada, la prostituta es la que debe emplearse a fondo, o así lo entienden estos hombres, que se ven mucho más libres y por tanto, disfrutan más del encuentro sexual, sin tanta presión de por medio. Esto nos lleva a pensar hasta qué punto están nuestros encuentros sexuales marcados por las expectativas sociales que hay sobre el género.
Otro tropo muy común tanto en estas entrevistas como en la propia sociedad es el chico que pierde la virginidad con una escort. Bien siendo todavía joven y buscando coger experiencia para cuando pueda estar con otras chicas, o bien por ser ya más mayor y no haber tenido todavía ninguna experiencia sexual, las prostitutas suelen ser una alternativa nada desdeñable para un primer encuentro. De hecho, tiene parte de lógico si pensamos que ellas son expertas en este tipo de servicios, y seguramente sabrán tratar con más experiencia a los que acuden para disfrutar del sexo por primera vez. En el estudio reseñado, un 25% de los encuestados reconocieron que su primera vez pagando por sexo también fue su primera experiencia sexual. Aludieron a que ser “virgen” era algo vergonzoso, siempre negativo, y deseaban dejar de serlo cuanto antes. La facilidad de contratar a una acompañante les llevó a tomar esa decisión.
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