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Algunos lectores y sobre todo lectoras, que no saben demasiado sobre literatura, piensan que Cincuenta Sombras de Grey ha inventado prácticamente el género. Y está claro que el éxito de las novelas de E.L. James es incuestionable, y que ha introducido a muchas nuevas lectoras a un género que parecía marginado. Sin embargo, cualquier con un poco de cultura literaria sabe discernir entre las novelas bien escritas y las que simplemente son literatura barata. Y la calidad de la saga de James deja bastante que desear, debido incluso a su o rigen como fanfiction sin pretensiones. ¿Significa esto que no hay novelas eróticas que valgan la pena? Por supuesto que las hay, y el éxito de las Sombras de Grey no ha hecho más que sacar a la luz el talento de muchas escritoras dentro de este género. Pero no es algo nuevo, ni mucho menos actual. La literatura erótica lleva siglos produciéndose.
Desde los antiguos griegos, que no tenían rubor en incluir escenas explícitas en sus obras, hasta el propio Marques de Sade, el erotismo y la literatura siempre han casado. El único enemigo que ha tenido este género ha sido la moral, casi siempre dirigida por personas de fijación religiosa enfermiza y obsesiva, de las que ven pecado en cualquier cosa. Por eso este tipo de obras no han obtenido la fama que merecían en su momento, especialmente cuando hablamos de los siglos XVIII y XIX, donde empezaron a prodigarse mucho más. Eran censuradas, marginadas y olvidadas, solo por esas imágenes lascivas. Daba igual si estaban mejor o peor escritas, el castigo era siempre el mismo. La censura hoy se muestra de otra forma, pero al menos debemos agradecer que cualquiera pueda publicar libremente esas novelas y relatos que hasta hace no tanto estaban prohibidos. Y no nos referimos a siglos atrás, sino tan solo unas décadas. En el caso de la célebre Fanny Hill, por ejemplo, su publicación no fue autorizada en Reino Unido hasta 1970, dos siglos después de ser escrita y editada por primera vez. ¿Qué tenía esta novela para ser censurada durante tanto tiempo? Ahora lo descubriremos…
A mediados del siglo XVIII, la Ilustración comenzaba a hacerse notar en Reino Unido, un país que vivía a medio camino entre la modernidad y el boato excesivo. De entre los principales escritores del país había uno, John Cleland, que parecía estar dispuesto a romper con todos los tabúes que los demás más o menos sorportaban por tener su parcela de fama y dinero. Hijo de un oficial de la Armada Británica, Cleland tuvo una buena educación y pudo dedicarse por completo a la literatura. Fanny Hill fue, de hecho, su primera obra. Apareció en 1749 pero fue censurada inmediatamente, y una versión legal, mucho más recortada, llegó al año siguiente. Solo siglos más tarde pudimos disfrutar de la versión sin censurar, tal y como el propio autor la había imaginado. Y es que el libro no era precisamente para niños pequeños…
El título oficial de la novela es Fanny Hill: Memoirs of a Woman of Pleasure, que podría traducirse como Memorias de Una Mujer de Placer. En castellano, el título ha ido variando, desde Historia de una Mujer Galante a Historia de Una Mujer de Placer. Dependiendo de la edición y del momento, se ha escogido uno u otro. La novela está estructurada en dos partes, volumen uno y volumen dos. Cada uno de ellos corresponde a una extensa carta que Frances “Fanny” Hill escribe a una persona anónima. En ella, la mujer felizmente casada y con hijos, con una vida cómoda, relata las vicisitudes por las que tuvo que pasar en su juventud, sin cortarse ni un pelo en los detalles más morbosos y excitantes. La historia de Fanny siempre tiene que ver con el sexo y con la entrega al placer.
Con apenas 14 años, Fanny quedó huérfana al morir sus padres por viruela. La joven llega a Londres en busca de un trabajo para limpiar casas, pero encuentra una ciudad compleja y desagradable donde debe sobrevivir como puede. Y lo hace a través de la prostitución, teniendo encuentros sexuales con diversos personajes de todo pelaje, e incluso con otras prostitutas. Se enamora de Charles, uno de sus clientes adinerados, pero este es engañado y enviado lejos, así que Fanny debe volver a sus negocios sexuales. Convive durante algunas épocas con diferentes clientes que la mantienen, pero siempre acaba utilizando sus armas sensuales para conquistar a otros. A través de la historia, la prosa de Cleland combina pasajes muy hermosos y profundos con escenas absolutamente explícitas sobre los encuentros sexuales de la joven.
La novela tuvo problemas con la censura desde el primer momento de su aparición, y no era para menos. Hablamos de mediados del siglo XVIIII, cuando el poder de la Iglesia estaba menguando, pero todavía era importante, especialmente en un país como Reino Unido. Fanny Hill apareció en 1749 y sus escenas morbosas provocaron un tremendo revuelo. Cleland y su editor fueron detenidos y forzados a cambiar partes del libro. La censura funcionó y al año siguiente apareció una versión castrada de la historia, mucho menos explícita. Tampoco la acompañaban las ilustraciones del pintor Edouard Henri Avril, que no dejaban nada a la imaginación. Fuera por esas ilustraciones o por la propia novela, Fanny Hill quedó censurada durante dos siglos.
En 1963, Estados Unidos fue uno de los primeros países en levantar dicho veto, antes incluso de que lo hiciera Reino Unido, donde la novela se había creado. Fanny Hill era reconocida por los expertos literarios como una de las mejores novelas de su tiempo, más allá de su contenido erótico. Algunos elevaban a Cleland, su autor, a la altura de Dafoe o Richardson. La novela comenzó a distribuirse por toda Europa, no sin problemas. En España, su primera tirada también fue secuestrada y censurada, a mediados de los años 70, con el dictador Franco recién fallecido. Para muchos jóvenes de aquella época, leer Fanny Hill de forma clandestina era como tener su primer acercamiento al fascinante mundo del sexo, a través de una novela que es hoy por hoy todo un clásico.
Tanto es así que la ficción ha sido adaptada en numerosas ocasiones al cine y a la televisión. La versión de Russ Meyer de 1964 es seguramente una de las más populares, gracias a la fama del director y a su tono de comedia. Prácticamente cada década desde entonces ha tenido su propia versión de Fanny Hill, más o menos explícita según el caso. Una de las más reseñables, aunque se aleje realmente de la novela original, es la obra maestra de Tinto Brass, Los Burdeles de Paprika. Brass es bien conocido como uno de los directores más explícitos del cine erótico, y no tuvo reparos en mostrar todo tipo de actos sexuales ante la cámara en esta película, muy celebrada por los aficionados a su cine.
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